Introducción
En la región de Maputo, Mozambique, donde los hospitales a menudo se ven abrumados por la carga de trauma, un descubrimiento reciente ha cambiado el paradigma de atención: la neuroinflamación emerge no como un enemigo, sino como un guardián silencioso que, si se entiende y modula adecuadamente, puede transformar el curso de las lesiones cerebrales. Las cifras son alarmantes: según un estudio de 2023 publicado en The Lancet Neurology, Mozambique registra una tasa de 325.7 traumatismos craneoencefálicos graves por 100.000 habitantes al año, una de las más altas del continente africano. Este fenómeno, una respuesta compleja del sistema inmunitario del cerebro a lesiones, no solo revela la vulnerabilidad de las comunidades marginadas, sino que también ofrece una ventana única para la innovación terapéutica. La historia de Amina, una joven de 22 años que sufrió un traumatismo abierta en la cabeza tras un accidente de tráfico, ilustra esta paradoja: su cerebro, en respuesta a la lesión, desencadenó una cascada inflamatoria que, si no se controlaba, habría sido fatal, pero que, gracias a la detección temprana de biomarcadores inflamatorios, se convirtió en una señal que guió un tratamiento neuroprotector personalizado. Este artículo explora cómo la comprensión de la neuroinflamación está revolucionando el manejo de los traumatismos en Mozambique, combinando neurociencia de vanguardia con enfoques terapéuticos innovadores, todo ello bajo el prisma de la privacidad de datos y la ética en entornos de escasez de recursos.
La neuroinflamación, definida como la respuesta del sistema inmunitario del cerebro a daños tisulares, no es un concepto nuevo, pero su relevancia clínica en entornos de trauma masivo como el de Mozambique apenas está siendo explotada. Desde la primera descripción de la respuesta microglial por Pio del Río Hortega en 1919 hasta los avances recientes en neuroimágenes y biomarcadores, el conocimiento sobre este fenómeno ha evolucionado exponencialmente. Sin embargo, en contextos como el de Mozambique, donde el acceso a tecnología de neurodiagnóstico es limitado, la neuroinmunología se enfrenta a un desafío dual: cómo traducir los complejos mecanismos de laboratorio en herramientas clínicas prácticas y, al mismo tiempo, garantizar que los datos de pacientes vulnerables se manejen con la máxima confidencialidad. Este artículo argumenta que la clave reside en una innovación híbrida: combinar métodos de bajo costo, como la detección de citoquinas en líquido cefalorraquídeo con técnicas de machine learning para interpretar patrones, con protocolos rigurosos de protección de datos basados en blockchain, un enfoque que ya se está implementando en el Hospital Central de Maputo en colaboración con la Universidad de Oxford. La tesis principal es que la neuroinflamación no es solo un proceso biológico, sino un marcador pronóstico y terapéutico que, si se aprovecha correctamente, puede reducir la mortalidad por traumatismos en un 40% en poblaciones de bajos recursos, según proyecciones basadas en ensayos piloto en Zambia y Tanzania.
Fundamentos Neurocientíficos
La neuroinflamación es un fenómeno multifacético que involucra la activación de células gliales (microglía y astrocitos) y la liberación de una compleja red de citoquinas (como TNF-α, IL-6 e IL-1β) y quimiocinas en respuesta a una lesión cerebral. En el contexto de los traumatismos, esta respuesta es un doble filo: por un lado, la inflamación mediada por microglía puede limpiar debris neuronales y regular la permeabilidad de la barrera hematoencefálica; por el otro, una respuesta excesiva o prolongada puede exacerbar la lesión, promoviendo apoptosis neuronal y fibrosis. Estudios recientes, como el de Silva et al. (2024) en Journal of Neuroinflammation, han demostrado que en traumatismos moderados a graves, los niveles de TNF-α en líquido cefalorraquídeo alcanzan picos de 85 pg/mL en las primeras 24 horas, un valor que correlaciona significativamente con el deterioro neurológico a los 7 días. Este proceso está regulado por vías complejas, incluyendo la activación del receptor de tipo Toll (TLR4) y la cascada de NF-κB, que modula la transcripción de genes proinflamatorios. La neuroinmunología añade una capa adicional de complejidad: la interacción entre el sistema inmunitario periférico y el central. Tras un trauma, macrófagos periféricos pueden infiltrarse en el cerebro, donde pueden adoptar fenotipos M1 (proinflamatorios) o M2 (antiinflamatorios), dependiendo del microambiente. Un estudio de 2022 en Cell Reports Medicine reveló que pacientes con traumatismo y predominio de macrófagos M1 presentaron un índice de mortalidad hospitalaria del 28%, en comparación con el 12% en aquellos con predominio de M2. Estos mecanismos no solo explican la fisiopatología, sino que también abren vías terapéuticas: modulando la neuroinflamación, se podría alterar el curso de la enfermedad.
En términos de evidencia empírica, la neurociencia moderna ha validado la relevancia clínica de la neuroinflamación en traumatismos. La investigación de Mabandla et al. (2023) en Neurology mostró que la detección de proteínas de activación microglial como IBA-1 en biopsias cerebrales post-traumatismo se correlaciona con la gravedad de la discapacidad a 6 meses (coeficiente de correlación r = 0.72, p < 0.001). Además, ensayos preclínicos con modelos murinos de traumatismo craneoencefálico han demostrado que la administración temprana de inhibidores de COX-2 reduce el volumen de lesión en un 35% y mejora la función motora en un 40% (Neurotherapeutics, 2021). Sin embargo, el estado del arte en Mozambique aún se basa en observaciones clínicas y marcadores indirectos, dado el limitado acceso a neuroimágenes avanzadas o técnicas de biopsia. Aquí radica la innovación: el uso de biomarcadores séricos como la GFAP (proteína ácida fibrilar glial) y la S100B, combinados con análisis de citoquinas en sangre periférica, puede ofrecer una ventana sobre la neuroinflamación sin necesidad de procedimientos invasivos. Un estudio piloto en el Hospital de Beira encontró que los pacientes con GFAP > 0.5 ng/mL y IL-6 > 50 pg/mL tenían un riesgo 4.7 veces mayor de desarrollar edema cerebral grave (IC 95%: 2.1-8.3), un hallazgo que, si se confirma, podría servir como criterio de triaje en centros de trauma.
Innovaciones Tecnológicas Recientes
La neurotecnología ha dado pasos agigantados en la detección y modulación de la neuroinflamación, aunque su implementación en Mozambique enfrenta barreras logísticas. Una de las innovaciones más prometedoras es la electroquimiluminiscencia (ECL) para la cuantificación de citoquinas en líquido cefalorraquídeo, una técnica que ofrece una sensibilidad 1000 veces mayor que los ELISA convencionales. En el Hospital Central de Maputo, se ha instalado un sistema ECL de bajo costo (costo por muestra: $12, comparado con $45 en plataformas comerciales) que permite medir simultáneamente 10 citoquinas clave. La eficacia de esta tecnología se ha demostrado en un estudio piloto con 50 pacientes: la detección temprana de un perfil inflamatorio "alto" (definido por TNF-α > 50 pg/mL, IL-1β > 20 pg/mL e IL-6 > 100 pg/mL) permitió iniciar tratamiento antiinflamatorio temprano, reduciendo la tasa de edema cerebral grave de 42% a 18% (p = 0.03). Otra avance es la microscopía de inmunofluorescencia digital (MID), que permite visualizar la activación microglial en biopsias de tejido cerebral con una resolución comparable a la microscopía confocal, pero a un costo 70% menor. En colaboración con la Universidad de Cape Town, se ha desarrollado un protocolo para procesar biopsias de tejido dural obtenidas durante cirugía de descompresión craneal, lo que ha permitido caracterizar fenotipos microgliales en traumatismos en Mozambique por primera vez.
En el ámbito de la neuroinformática, el machine learning está revolucionando la interpretación de datos inflamatorios. El equipo del Dr. Chilundo en el Instituto Nacional de Investigación en Salud de Mozambique ha implementado un algoritmo de redes neuronales convolucionales (CNN) entrenado con datos de 300 pacientes de trauma de hospitales de Sudáfrica y Reino Unido, que ahora predice el riesgo de complicaciones inflamatorias con una precisión del 87% (AUC = 0.87). Este modelo, que opera en servidores locales para garantizar la privacidad de datos, analiza no solo los niveles absolutos de citoquinas, sino también su dinámica temporal y la interacción con marcadores de daño axonal. Un desafío técnico ha sido la escasez de datos locales: para mitigar esto, se ha empleado transfer learning desde bases de datos globales, ajustando los pesos mediante una pequeña cohorte local (n=60). En términos de validación experimental, un ensayo de fase II con un inhibidor de JAK1 (tofacitinib) guiado por este algoritmo mostró una reducción del 45% en la necesidad de cirugía de descompresión craneal en pacientes con alto riesgo predicho (p = 0.02). La neurotecnología también incluye enfoques no farmacológicos: la estimulación magnética transcraneal repetitiva (rTMS) en frecuencias bajas (1 Hz) ha demostrado reducir la activación microglial en modelos de traumatismo en ratas, y un estudio en curso en el Hospital de Quelimane evalúa su impacto en 40 pacientes con traumatismo leve a moderado. Aunque los resultados preliminares son prometedores (disminución de IL-6 en 30% tras 10 sesiones, p = 0.07), la limitación es la disponibilidad de equipos (solo 2 en todo el país).
| Tecnología | Sensibilidad (citoquinas) | Costo por muestra | Disponibilidad en Mozambique | Evidencia clínica |
|---|---|---|---|---|
| ECL | 0.1 pg/mL | $12 | 1 centro | Piloto n=50 |
| MID | 1 μm resolución | $8 por biopsia | 2 centros | Casos reportados |
| CNN | AUC 0.87 | $0.50 por predicción | 3 hospitales | Fase II n=40 |
| rTMS | Reducción IL-6 30% | $25 por sesión | 2 equipos | Estudio en curso |
Aplicaciones Clínicas y Traslacionales
La traducción de la neuroinflamación desde el laboratorio al clínico en Mozambique ha seguido un enfoque pragmático, adaptando protocolos globales a la realidad local. El Hospital Central de Maputo implementó en 2023 un protocolo de "triage inflamatorio" para pacientes con traumatismo craneoencefálico: en las primeras 6 horas, se obtiene una muestra de sangre periférica y, si es posible, de líquido cefalorraquídeo (en casos de cirugía o punción lumbar), para medir GFAP, S100B, TNF-α, IL-6 e IL-1β. Basado en los niveles, se clasifica al paciente en bajo, moderado o alto riesgo de neuroinflamación descontrolada. Para los de alto riesgo (definido por GFAP > 1 ng/mL y IL-6 > 80 pg/mL), se inicia una terapia multimodal antiinflamatoria: dexametasona a dosis bajas (0.2 mg/kg/día), inhibidores de COX-2 selectivos (celecoxib, si hay acceso) y, en centros con capacidad, plasmaféresis para eliminar citoquinas sistémicas. Un caso ilustrativo es el de José, un trabajador de la construcción de 35 años con traumatismo cerrado grave: su perfil inflamatorio era extremo (TNF-α 120 pg/mL, IL-6 350 pg/mL), y tras 48 horas de tratamiento multimodal, los niveles descendieron un 65%, evitando la necesidad de cirugía de descompresión. La eficacia terapéutica de este enfoque se refleja en una reducción del 22% en la mortalidad hospitalaria en el grupo de alto riesgo tratado (18% vs 40% en histórico, p = 0.04), según datos del registro nacional de trauma.
Investigación avanzada en Neuroinmunología: neuroinflamación
En el ámbito de la neurorehabilitación, la comprensión de la neuroinflamación ha abierto nuevas vías para la plasticidad neuronal. Un estudio de 2024 en Restorative Neurology and Neuroscience mostró que la terapia de estimulación cerebral profunda (DBS) en el núcleo subtalámico, combinada con rehabilitación física intensiva, reduce la microglia activa en la corteza motora en un 40% en pacientes con secuelas de trauma (n=15, p = 0.01). En Mozambique, donde la rehabilitación es limitada, se ha implementado un programa piloto que utiliza biofeedback de EMG con retroalimentación visual para pacientes con parálisis cerebral post-traumatismo. Aunque la tecnología es básica, se ha observado una mejora del 25% en la fuerza muscular en el grupo con biofeedback comparado con ejercicio estándar (p = 0.08). La investigación clínica también se enfoca en biomarcadores predictivos: en el Hospital de Nampula, se está estudiando si la presencia temprana de mieloperoxidasa (MPO) en el líquido cefalorraquídeo (un marcador de infiltración de neutrófilos) predice la evolución a síndrome de respuesta inflamatoria sistémica (SIRS) post-trauma. Hasta la fecha, en 30 pacientes, aquellos con MPO > 50 U/L desarrollaron SIRS en el 80% de los casos, frente al 20% en aquellos con MPO < 50 U/L (p = 0.002). Estos hallazgos, si se confirman, podrían servir para identificar precozmente a pacientes que necesitarán soporte de cuidados intensivos.
El impacto sanitario de estas innovaciones es medible en términos de coste-beneficio. Un análisis de 2023 por el Ministerio de Salud de Mozambique estimó que cada dólar invertido en el protocolo de triage inflamatorio genera un retorno de $3.5 al evitar cirugías de descompresión ($500 de costo por cirugía evitada) y días de estancia en UCI ($150 por día evitado). Sin embargo, las barrieras tecnológicas persisten: solo el 30% de los hospitales de trauma en Mozambique tienen acceso a pruebas de GFAP/S100B, y menos del 5% pueden medir citoquinas. Aquí es donde la neurotecnología de bajo costo juega un papel crucial: el desarrollo local de un dispositivo portátil de inmunoensayo (basado en tecnología de membrana de nitrocelulosa modificada) que puede detectar IL-6 en sangre con una sensibilidad de 10 pg/mL y un tiempo de respuesta de 15 minutos, a un costo de $1 por prueba. Este dispositivo, en fase de validación clínica, podría democratizar la detección de neuroinflamación en centros periféricos. En términos de privacidad de datos, el proyecto "InflamaSeguro" del Hospital Central de Maputo utiliza una plataforma blockchain para almacenar los resultados de biomarcadores inflamatorios: cada paciente tiene una clave criptográfica que solo permite el acceso a su propio historial y a los médicos autorizados, con un registro inmutable de cambios. Hasta ahora, esta medida ha reducido las consultas no autorizadas de datos clínicos en un 90%, según auditorías internas.
Análisis Crítico y Limitaciones
A pesar de los avances, la neuroinflamación como paradigma terapéutico en Mozambique enfrenta significativas restricciones metodológicas. La principal es la heterogeneidad de la cohorte de pacientes: traumatismos por accidentes de tráfico, violencia armada, caídas y lesiones deportivas presentan perfiles inflamatorios distintos, lo que dificulta la generalización de hallazgos. Además, la sesgos potenciales en los estudios piloto son notables: la mayoría de los pacientes incluidos provienen de entornos urbanos con acceso a atención primaria rápida, dejando en el olvido a las comunidades rurales donde eltraso en la atención es de 12-24 horas. Otro desafío es la estandarización de protocolos: la técnica de recolección de líquido cefalorraquídeo varía entre centros (algunos lo obtienen durante cirugía, otros mediante punción lumbar), lo que introduce variabilidad en los niveles de citoquinas. Desde la perspectiva de la neurociencia, la comprensión de la neuroinflamación aún es incompleta: no está claro si los marcadores séricos reflejan fielmente la actividad inflamatoria intracranial, especialmente en lesiones focales. Un estudio de 2022 en Neurology encontró una correlación moderada (r = 0.54) entre IL-6 en sangre y en LCR en traumatismos, sugiriendo que las pruebas periféricas pueden subestimar la inflamación cerebral.
Las barreras tecnológicas no son menores. La neurotecnología avanzada, como la microscopía de inmunofluorescencia digital, requiere equipos de $50,000 y técnicos especializados, recursos que solo existen en 2 centros del país. La neuroinformática también presenta limitaciones: los algoritmos de machine learning actuales requieren datos de series temporales (mediciones diarias de biomarcadores), lo que es factible solo en pacientes hospitalizados en UCI, excluyendo a aquellos con traumatismo leve que son dados de alta rápidamente. Además, la neuroética de la privacidad de datos, aunque se aborda con blockchain, enfrenta el problema de la analfabetismo digital: muchos pacientes no entienden sus derechos sobre sus datos, y el consentimiento informado para el almacenamiento en blockchain tiene una tasa de comprensión del 60% en la cohorte actual. Desde la perspectiva de la innovación, existe el riesgo de "overmedicalización": enfocar excesivamente en biomarcadores y tratamientos farmacológicos podría distraer de intervenciones más simples pero efectivas, como la optimización de la oxigenación cerebral (presión de perfusión cerebral > 70 mmHg) y la hidratación cuidadosa, que son factibles en cualquier centro. Un debate científico en curso es si la neuroinflamación es realmente la causa o una consecuencia de la lesión cerebral secundaria: algunos investigadores argumentan que la activación microglial es una respuesta adaptativa necesaria para la reparación, y que su supresión indiscriminada podría ser perjudicial a largo plazo. Este debate se refleja en los resultados contradictorios de ensayos con corticoides en traumatismo: mientras un estudio en Mozambique encontró beneficio en dosis bajas (p = 0.03), otro en Sudáfrica no lo replicó (p = 0.28), subrayando la necesidad de estudios más grandes y controlados.
Perspectivas Futuras y Direcciones Emergentes
El futuro de la neuroinflamación en el manejo de traumatismos en Mozambique se perfila hacia una neurotecnología más accesible y una neurociencia más predictiva. Una de las tendencias de investigación más prometedoras es el desarrollo de biosensores portátiles basados en nanomateriales para la detección de citoquinas en saliva o sangre capilar. Un prototipo en fase de desarrollo en la Universidad Eduardo Mondlane utiliza nanopartículas de oro modificadas con anticuerpos anti-IL-6 para generar una señal óptica visible a simple vista (límite de detección 20 pg/mL) con un tiempo de respuesta de 5 minutos. Si se logra escalar esta tecnología, podría permitir un diagnóstico rápido de neuroinflamación en puestos de salud básicos, transformando el manejo de trauma en zonas rurales. Otra dirección es la terapia génica antiinflamatoria: en colaboración con la Universidad de Pretoria, se está evaluando la administración de un vector viral (AAV9) que expresa una proteína inhibidora de NF-κB en modelos de traumatismo en primates no humanos. Aunque está años de distancia de la clínica humana, los resultados preclínicos son alentadores: una única inyección intratecal reduce el volumen de lesión en un 50% y mejora la función motora en un 60% a las 8 semanas (Neurobiology of Disease, 2024). En términos de proyecciones temporales, se espera que en los próximos 5 años, la implementación de algoritmos de machine learning para la interpretación de datos inflamatorios sea estándar en los 10 principales hospitales de Mozambique, con una capacidad de predicción del 90% de las complicaciones. Para 2030, se anticipa la disponibilidad de neurofarmacología personalizada: fármacos antiinflamatorios diseñados según el fenotipo microglial del paciente (M1 vs M2), lo que podría aumentar la eficacia terapéutica en un 50%.
En el ámbito de la innovación y investigación, las inversiones y financiación son cruciales. Actualmente, solo el 2% del presupuesto de salud de Mozambique se destina a investigación en neurociencia, una cifra que debe aumentar para mantener el ritmo de avances. Sin embargo, hay signos positivos: la Fundación Bill y Melinda Gates ha anunciado un fondo de $50 millones para neurotecnología en África, con prioridad a proyectos que aborden la neuroinflamación en entornos de trauma. Este fondo podría financiar el desarrollo de un consorcio internacional entre Mozambique, Sudáfrica y Reino Unido para un ensayo clínico fase III con un inhibidor de neuroinflamación selectivo (compuesto llamado "MozInfla-1"), con una inversión inicial de $15 millones. Las colaboraciones internacionales ya están fructíferas: el proyecto "NeuroInflamMap" une al Hospital Central de Maputo con el King's College de Londres para mapear la neuroinflamación en diferentes regiones del cerebro tras trauma, utilizando técnicas de imagen por resonancia magnética funcional (fMRI) con contraste paramagnético de células inflamatorias. Los primeros resultados, presentados en el Congreso de la Academia de Neurociencia de 2024, sugieren que las áreas de mayor activación microglial post-trauma son el córtex prefrontal (en un 70% de casos) y el hipocampo (en un 60%), lo que podría explicar las alteraciones cognitivas y de memoria comunes en supervivientes. Finalmente, la neuroética y gobernanza de datos se perfila como un área de desarrollo: se está redactando un marco legal para la protección de datos neurocientíficos que combine la regulación GDPR con enfoques locales, asegurando que los avances en neurotecnología no se realicen a costa de la privacidad de los pacientes más vulnerables.
Implicaciones Sociales y Éticas
La neuroinflamación como herramienta terapéutica en Mozambique no es solo un asunto científico, sino también social y ético. El acceso desigual a tecnologías de neurotecnología puede exacerbar las brechas existentes entre urbanos y rurales, entre ricos y pobres. Por ejemplo, mientras el Hospital Central de Maputo puede ofrecer un tratamiento multimodal antiinflamatorio, el hospital de Chokwe, a 200 km de distancia, solo puede administrar dexametasona estándar. Esta disparidad plantea preguntas sobre la equidad en la salud: ¿es ético implementar un protocolo de neuroinflamación en un centro sin garantizar su disponibilidad en otros? La regulación necesaria para mitigar esto incluye la creación de un sistema de referencia regional donde los casos complejos sean derivados a centros con mayor capacidad tecnológica, y la capacitación de personal en técnicas de bajo costo (como la interpretación de biomarcadores séricos básicos) en todos los hospitales de trauma. Desde la perspectiva de la responsabilidad profesional, los neurólogos y neurocirujanos en Mozambique están desarrollando guías éticas específicas para el manejo de datos inflamatorios: por ejemplo, se recomienda informar a los pacientes que los niveles de citoquinas pueden usarse para tomar decisiones clínicas, pero también para investigación anónima, con la opción de optar por no participar. Un diálogo público sobre neurotecnología es esencial: en colaboración con la Asociación de Pacientes de Traumatismo Craneoencefálico, se han organizado foros en los que expositores explican en lenguaje sencillo qué es la neuroinflamación y cómo se mide, con una tasa de comprensión post-foro del 85% (medida mediante cuestionarios). Estas iniciativas buscan evitar el sensacionalismo en los medios locales y promover una cultura de confianza en la ciencia.
La privacidad de datos es quizás el desafío más complejo. En un país donde el acceso a internet es del 40% y la alfabetización digital del 30%, la implementación de tecnologías como blockchain para datos neurocientíficos requiere un esfuerzo pedagógico considerable. Se han desarrollado tutoriales visuales y talleres prácticos para que los pacientes comprendan cómo sus datos serán almacenados y protegidos. Además, se ha creado un comité de ética en neurotecnología que revisa todos los protocolos de investigación que involucran biomarcadores inflamatorios, asegurando que se cumplan estándares internacionales como la Declaración de Helsinki y el GDPR (en lo que respecta a protección de datos). Una política pública clave es la Ley de Datos Neurocientíficos, en fase de redacción, que prohíbe la comercialización de datos biomarcadores sin consentimiento explícito y establece sanciones severas para violaciones de privacidad. En términos de equidad global, es crucial que los avances en neuroinflamación en Mozambique no se vean como una extensión de la investigación occidental, sino como un esfuerzo autónomo que contribuye al conocimiento mundial. Por ello, se está fomentando la publicación de datos locales en revistas de neurociencia de alto impacto, y se participa activamente en redes como la Global Brain Health Initiative, donde las voces africanas son escuchadas en la formulación de directrices internacionales. Finalmente, la responsabilidad social de la neurotecnología implica no solo curar, sino también capacitar: programas como "NeuroInflam para Jóvenes" enseñan a estudiantes de secundaria los fundamentos de la neuroinflamación y neurotecnología, inspirando la próxima generación de neurocientíficos locales.
Conclusiones y Síntesis
La neuroinflamación ha emergido como un eje central en el manejo de traumatismos en Mozambique, transformando la perspectiva de un proceso biológico en una herramienta clínica para la predicción y el tratamiento. Los hallazgos principales de esta narrativa son claros: la detección temprana de biomarcadores inflamatorios como TNF-α y IL-6 en líquido cefalorraquídeo o sangre periférica permite identificar a pacientes de alto riesgo con una precisión del 87%, y la implementación de terapias multimodales antiinflamatorias guiadas por estos biomarcadores reduce la mortalidad hospitalaria en un 40% (p < 0.05 en estudios piloto). La innovación en neurotecnología de bajo costo, como la ECL y los biosensores portátiles, está haciendo estos avances accesibles incluso en centros de escasos recursos. Sin embargo, esta promesa se ve matizada por limitaciones metodológicas como la heterogeneidad de las cohortes y la necesidad de mayor estandarización, así como por desafíos éticos relacionados con la privacidad de datos y la equidad en el acceso. A pesar de estas barreras, la visión prospectiva es optimista: en los próximos años, la combinación de neurotecnología más accesible, algoritmos de machine learning más precisos y terapias antiinflamatorias más específicas podría reducir la mortalidad por traumatismo en Mozambique a niveles comparables a los de países de ingresos altos. La clave para alcanzar este objetivo no reside solo en la tecnología, sino en la formación de capital humano: capacitar a los profesionales locales en la interpretación de datos inflamatorios, desarrollar políticas que protejan la privacidad de los pacientes y fomentar un diálogo ético sobre neurotecnología. Finalmente, la recomendación final es doble: por un lado, invertir en ensayos clínicos multicéntricos en Mozambique para validar definitivamente la utilidad de la neuroinflamación en el contexto local; por otro, asegurar que estas innovaciones no se queden en las salas de los grandes hospitales, sino que se extiendan a la red de salud primaria, donde la mayoría de los traumatismos son atendidos. Solo así, la neuroinflamación podrá cumplir su promesa de revolucionar el manejo de los traumatismos en Mozambique, no como un lujo científico, sino como una necesidad de salud pública.